El infarto de la sociedad

Hace poco más de diez años nació dentro de la disciplina cardiológica una denominación que trata sobre el reconocimiento de lo no observable. Sin embargo, lo que lo hace interesante como fenómeno científico es que se sustenta en simultáneo con la certeza, la seguridad, de un episodio que sí puede indicarse, que está allí como tal, como cosa, como elemento, pero cuya manera de llegar a ser eso que se encuentra es, particularmente, la consecuencia de un derrotero cuyos rastros se han borrado. El Minoca es el término global que la cardiología utiliza para tratar los casos de infarto cuyos rastros conducentes han sido erosionados por el organismo. No hay arterias tapadas, no hay elementos que coincidan con lo que se aprende de los casos típicos, pero hay un corazón dañado, igual que en los incidentes donde sí se encuentran las evidencias de sus causas. La cardiología no lo sabe, pero el Minoca podría ser una metáfora de la forma en que la sociedad moderna intenta observarse, en especial cuando solo encuentra efectos, pero imagina las causas.
La sociedad funciona sobre la base de supuestos que se reproducen en la cooperación de la reproducción social, y así como la medicina tiene los suyos, el análisis social amateur tiene los propios. Los supuestos cumplen una función, en tanto permiten eliminar los desacuerdos, o por lo menos hacerlos ausentes, y unir las partes en situación de diálogo sin profundizar en los análisis detalladamente. Quien desde pequeño aprendió que debía odiar al peronismo habrá recibido historias y relatos de por qué eso habría sido una catástrofe; lo mismo que el “experto” improvisado en política económica que defiende, sobre la base de lecturas turísticas, el modelo de industria nacional versus la apertura a productos importados, porque eso ayudaría, según le contaron, a destruir empleos. Cuando estos desarrollos no se tratan de diálogos expertos, sino de comentarios circunstanciales en reuniones informales, tienen el valor esencial de dar tema en un momento específico para mantener unida a la sociedad. Es de lo que se habla para que el tiempo transcurra.
La contracara de esta funcionalidad es la rigidez que paradójicamente produce. La sociedad se hace dependiente de estos acuerdos porque permiten mayor productividad en los diálogos, pero al mismo tiempo construyen una dependencia de los mismos. En estas condiciones, la novedad es un problema que atenta contra la continuidad conocida. La atención médica que no está al tanto de los Minoca podría tratar el caso de un paciente con infarto como de otro problema, otra enfermedad, al no encontrar una arteria tapada, porque eso es lo que siempre y únicamente se busca. Así, un logro de la medicina anterior podría ser al mismo tiempo un bloqueo de nuevos descubrimientos, porque la innovación es muchas veces conflictiva.
Estos mecanismos de repetición son salidas necesarias para tratar la complejidad simultánea del mundo actual. Es esperable que algo así ocurra. La sociedad moderna, la que nos toca en este momento (porque la posmoderna es para charlas TED), tiene la forma de la ausencia de causas detectables. Existen esfuerzos constantes por determinar aquello que habría causado algún fenómeno, pero fácilmente se puede caer en la cuenta de que se trata también de una era sin dominio argumental, casi sin autoridad del saber indiscutible. El tiempo de los sabios y de la ubicación de la verdad en un sitio inexpugnable, ha sido reemplazado por el debate indiscriminado en un asado o en un bar. Solo la ciencia cree todavía en la idea de causas detectables, que podrían describir efectos indiscutibles, pero eso solo aplica a un ámbito especializado de la sociedad. El resto se permite pasar el tiempo entre iguales que imaginan que observan lo mismo.
El análisis electoral recorre caminos similares, en especial cuando se basa en el uso excesivo de la imaginación del presente. El objeto de estudio, que obliga a ser considerado en relación con la experiencia electoral de La Libertad Avanza, esconde parte de su éxito de desempeño en la insistencia de tratar su caso como una cosa, cuando en realidad es otra. Así, necesita que sus enemigos continúen completamente desorientados sobre las condiciones que hacen posible esa dominación. El universo periodístico, y mucho del análisis supuestamente técnico de la consultoría, insiste en la colisión de intereses electorales entre la fuerza de Milei y el partido que ha quedado del expresidente Macri, porque igual que en 2023 insisten en que cuando uno crece, el otro baja. Esto deja de nuevo al peronismo en un supuesto escenario de independencia respecto de esa escaramuza, pero sobre acontecimientos ya documentados que han demostrado justamente lo contrario. El análisis electoral todavía no ha llegado a su Minoca. Una y otra vez, casi todos dicen lo mismo.
La insistencia de Niklas Luhmann en el rol de la semántica para los procesos de comunicación social se relaciona con estas mismas tensiones analíticas. Las semánticas, es decir lo dicho, lo dialogado, puede desarrollarse y desplegarse sin necesidad de comprender los mecanismos estructurales de su funcionamiento. Incluso, es casi una necesidad. Si cada comunicación tuviese que detenerse en la revisión de las múltiples implicancias de sus posibilidades de bifurcación hacia adelante, o incluso pensar sobre el origen que ha obligado a decir algo próximo, probablemente produciría el detenimiento de lo que pueda o no decirse, ya que la sobrecarga de información sería imposible de manejar. Se necesita no pensar en ello. Si el análisis político y electoral se abriera a nuevas complicaciones, entorpecería necesariamente una recurrencia de diálogo que ya existe entre los supuestos expertos, obligándolos a repensar la abundancia de sus conjeturas redundantes.
Milei no viene a jugar el rol de quien resuelve estas confusiones y desatenciones en los análisis, sino como quien llega a estos idas y vueltas como el que mejor se beneficia de estas recurrencias. Si bien se expone como experto con algunos resultados evidentes, su manera de tratar la economía es a través de reducciones sencillas y no de una mayor amplitud técnica. Hay explicaciones de fórmulas y teorías, pero es en el gran éxito de repetir frases, tal como si fuera una religión, y obligando a los de su partido a hablar por todos lados sobre el déficit fiscal y la impresión de billetes, en donde Milei se eleva por sobre la nube de complejidad del debate político. Lo interesante es que Milei y Santiago Caputo, en términos cardiológicos, saben que la sociedad argentina tiene un Minoca, pero deja pensar a los otros que ese paciente tiene otra cosa, para así mandarlo de la guardia a su casa como si solo hubiese sido un susto. El peronismo cree que puede ganar la elección, y esa es una creencia ideal para el Presidente y su equipo de campaña, porque el sabor de la sorpresa para ellos no tiene precio.
Lo interesante de los Minoca es que la evolución de sus tratamientos se sostiene sobre la base de una sospecha, de algo que se cree mayormente probable como suceso reciente, como elemento generador, pero del que ya no se puede lograr una confirmación evidente. Sin embargo, saben que se trató de un infarto más allá de la inexistencia de una huella esperada. Milei sobrevivirá entre sus enemigos, mientras la huella de su camino hacia el ascenso político continúe incomprendida, sospechada y hasta incluso, en su caso, sin siquiera saber si es o no es algo en particular. Sus enemigos hablan de él para pasar el rato, para dialogar, mientras siguen pensando, como siempre, que es un caso como cualquier otro.
*Sociólogo.
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