Seleccione idioma

Spanish

Down Icon

Seleccione país

Spain

Down Icon

Las formas sensibles

Las formas sensibles

—¿Cómo surgen estos ensayos? ¿Tenías ya la idea de un libro cuando los escribías, o los fuiste escribiendo y el libro vino después?

—Yo escribo muchos ensayos, todo el tiempo estoy escribiendo ensayos porque para mí es una especie de técnica, de muestreo de cosas que me interesan. Nunca los escribo con la pretensión de sentar cátedra de algún tema. Los utilizo más bien para explicarme a mí mismo fenómenos culturales, políticos, etc. Tengo un juego indisciplinado con ese género, entonces nunca me planteo armar libros de ensayo. Lo que sucede es que, de vez en cuando, encuentro que ciertos ensayos tienen un aire de familia. Es entonces cuando empiezo a pensar que quizás algunos de esos textos podrían conforman un libro. Y eso fue lo que pasó con La ligereza.

—¿ Tenés una idea previa, una estructura que anteceda al texto, o te lanzás a la escritura a ver qué pasa?

—Generalmente hay algún disparador, algo que aparece. Casi nunca me sucede de escribir un ensayo para probar una tesis previa. En general es un detalle lo que surge, que a veces me permite ver un determinado fenómeno de otra manera, transformado. Y en el ensayo intento describir el proceso de la transformación en la percepción de ese fenómeno.

—¿Cómo pensás la relación entre literatura y política en tu propia obra?

—No tengo una tesis, precisamente porque lo que he intentado hacer en la praxis es ir desmontando las tesis habituales sobre las que se basa esa relación entre literatura y política. Voy a decir una obviedad, pero creo que de lo que se trata en el fondo es de pensar el lugar del lenguaje, y en particular del lenguaje literario. Hay momentos bien jodidos, de especial crisis política, donde la escritura literaria está tan acorralada que el lenguaje y sus funciones (que son vitales, creo yo, a nivel social), si no desaparecen, por lo menos quedan muy menguados. Y este momento parece ser así. Hoy todos tenemos esta sensación de que la cosa está muy mal, todo se está yendo al carajo. Y creo que esto tiene que ver con una crisis civilizatoria, y en esos momentos la literatura es fundamental. Quizá fracasemos, pero no importa, esa pelea hay que darla igual.

—En un momento del libro citás a José María Arguedas, cuando habla de hacer “una literatura con fe” como afirmación de lo posible. ¿Ves viable eso hoy?

—Yo creo que sí. Lo peor puede suceder, desde luego, pero nunca se termina de cerrar todo, ¿no? Odio los diagnósticos catastrofistas y me parece muy sintomática la moda de las distopías, el pensamiento distópico casi como por vicio; incurrimos en ideas distópicas de manera prácticamente automática. Y yo creo que eso es programación ideológica. Imagínate una cosa tan ridícula como esta: los viajes al espacio de los millonarios. Es grotesco, sobre todo porque refleja que esta gente no le encuentra ni el más mínimo sentido a ser la gente más millonaria del planeta, entonces tiene que encontrar algo que más o menos justifique y le dé algo de trascendencia a su vida de mierda, de megamillonarios. Y buena parte del aparato ficcional que nos obligan a consumir en plataformas y en películas está orientado a que perdamos la ilusión, a que no tengamos esperanza ni fe, a que por vicio mental pensemos que todo se va a ir al carajo. Entonces, digo, si la literatura no empieza a explorar otros caminos, si no empieza a pensar otra cosa… Claro que es posible la literatura con fe, si no ni escribiríamos.

—En el primero de los ensayos señalás que “el arte que en nombre del arte se esfuerza por apartarse de toda discursividad política acaba sucumbiendo al peso de una prohibición. Si flota es político, si no es político, no flota”. ¿Podrías ampliar esa afirmación?

—Yo creo que cuando un autor explicita que su apuesta estética está vinculada a determinados proyectos políticos concretos, reales, eso le quita prestigio literario casi de inmediato. Esto ha provocado que los escritores en nombre supuestamente de una independencia o de la autonomía del arte sean unos tibios, unos pechos fríos. Prefiero a los escritores que están en la orilla opuesta de mi pensamiento y que dicen “yo pienso así, y hago esto y esto”. Hay gente cuyo trabajo está tan alejado de cualquier praxis o política partidaria que, bueno… a esa gente no le puedo exigir nada, está bien. Pero me parece importante que exista un nexo entre estética y política, me parece fundamental que se permita que ese lugar esté.

—En el libro afirmás que buena parte de la literatura feminista, queer, ecologista o antirracista trata de ilustrar doctrinas de moda.

—Yo, en mi vida cotidiana, soy un militante de las minorías sexuales, antirracista. Lo que digo en el libro es desde el interior de esas luchas, no desde el lugar de quien las desdeña. Pero yo creo que hemos cometido un error que en el fondo es teórico. Mi problema es con la teoría en la que se están apoyando estas luchas, que encuentro problemática porque hace agua por todos lados. Me parece importante decir que mucho del arte que se hace en nombre de estas causas es un arte malo, falto de densidad histórica, y sobre todo sin diálogo con las tradiciones. Porque si se cree que todo ha sido malo, patriarcal, racista, entonces no se dialoga con la tradición. Y además la gente es muy cobarde, muchos “compañeres” hacen críticas en conversaciones de café pero les da miedo salir a decir lo que en el fondo muchos estamos pensando. Y también hay casos terribles de oportunismo esperpéntico, y cosas que se venden como la gran cumbre del arte y no son más que multiculturalismo de cotillón. Todo eso hay que decirlo, por el bien del arte y por el bien de la política.

perfil.AR

perfil.AR

Noticias similares

Todas las noticias
Animated ArrowAnimated ArrowAnimated Arrow