¿Quién despidió a Sam Altman, CEO de OpenAI y por qué? La batalla épica que decidió quién controla el futuro de la IA

El viernes 17 de noviembre de 2023, a mediodía hora del Pacífico, Sam Altman se conectó a una videollamada de Google Meet esperando una reunión rutinaria con la junta directiva de OpenAI. Encontró allí cuatro rostros serios mirándole fijamente desde sus respectivas pantallas. Ilya Sutskever, científico jefe y cofundador de la empresa, fue directo al grano: Altman estaba despedido. En los siguientes cinco días, el mundo tecnológico viviría uno de los episodios más dramáticos y reveladores de su historia reciente. Una crisis que desnudaría las fracturas profundas en el corazón de la empresa más poderosa de inteligencia artificial.
Lee también Sam Altman, director ejecutivo de OpenAI: “De ahora en adelante, la verdadera innovación será aprender a delegar” Nuria Virginia MartínLa justificación oficial de la junta fue lacónica y enigmática: Altman «no fue consistentemente cándido» en sus comunicaciones. Sin embargo, Karen Hao revela en su libro Empire of AI que las tensiones habían estado gestándose durante meses en los pasillos de OpenAI. Mira Murati, directora de tecnología de la empresa, había compartido serias preocupaciones sobre el comportamiento «manipulador» y la falta de transparencia de Altman con los miembros independientes de la junta.
Más explosiva aún fue la confesión de Sutskever, uno de los fundadores originales, quien llegó a declarar categóricamente que no creía que Altman «debiera tener el dedo en el botón de la AGI». La decisión no fue un arrebato impulsivo: fue el resultado de una erosión completa de confianza en el liderazgo del CEO estrella de Silicon Valley.

Sam Altman, CEO de OpenAI, en 2024.
Jeff Chiu / Ap-LaPresseLa reacción no se hizo esperar y fue absolutamente devastadora para los planes de la junta. Los empleados de OpenAI, furiosos y completamente desconcertados por la opacidad de la decisión, amenazaron con una fuga masiva hacia Microsoft. Satya Nadella, CEO de la tecnológica de Redmond y principal inversor de OpenAI con más de 13.000 millones de dólares comprometidos, inicialmente sorprendido por la jugada, rápidamente se recompuso y ofreció contratar a Altman junto con cualquier empleado que quisiera seguirle.
La presión se volvió insostenible: una carta abierta firmada por cientos de trabajadores exigía la reinstalación inmediata de Altman y la dimisión en bloque de la junta directiva. Helen Toner, directora independiente, intentó mantener la línea dura declarando que «si esta acción destruye la empresa, podría de hecho ser consistente con la misión», una afirmación que alarmó aún más a empleados preocupados por sus empleos y el valor de sus acciones.
OpenAI se ha transformado en un auténtico «imperio» donde la grandilocuente retórica sobre «beneficiar a toda la humanidad»
El domingo por la noche, tras cinco días de caos total, la junta capituló. Altman regresó triunfante con una nueva junta directiva que incluía figuras mucho más amigables hacia sus intereses, como Larry Summers, exsecretario del Tesoro estadounidense, y Bret Taylor, expresidente de Twitter. La investigación posterior sobre los motivos del despido, dirigida convenientemente por estos nuevos miembros, concluyó que Altman era efectivamente el líder adecuado para OpenAI, aunque sin revelar públicamente los detalles de sus hallazgos.
No obstante, las heridas permanecieron abiertas: Sutskever jamás regresó a la oficina y finalmente abandonó la empresa en mayo de 2024, seguido por otros miembros clave del equipo de seguridad como Jan Leike, quien criticó públicamente a OpenAI por priorizar «productos brillantes» sobre una cultura de seguridad responsable.

ChatGPT.
Eduardo Parra - Europa PressEsta crisis reveló algo fundamental sobre cómo se está configurando realmente el futuro de la inteligencia artificial: las decisiones más trascendentales las toma un puñado privilegiado de individuos en Silicon Valley, frecuentemente a puerta cerrada y bajo presiones económicas colosales. Como argumenta persuasivamente Hao en su investigación, OpenAI se ha transformado en un auténtico «imperio» donde la grandilocuente retórica sobre «beneficiar a toda la humanidad» encubre una búsqueda implacable de poder, recursos y dominación de mercado.
Los cinco días de noviembre no constituyeron meramente un drama corporativo más: fueron una ventana hacia las dinámicas reales de poder que gobiernan la tecnología que está transformando irrevocablemente nuestro mundo. La pregunta que queda flotando es inquietante: ¿quién debería realmente controlar el futuro de la inteligencia artificial?
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El exhaustivo trabajo de investigación de Hao también documenta cómo OpenAI subcontrató a la empresa Sama para externalizar en Kenia el trabajo de moderación de contenido indispensable para entrenar ChatGPT. Estos trabajadores invisibles, muchos atrapados en situaciones económicas desesperadas, se enfrentaban diariamente a material perturbador. «Entre sus tácticas para controlar los resultados, OpenAI contrataría trabajadores en Kenia por un promedio de menos de dos dólares la hora para construir un filtro automatizado de moderación de contenido», revela la autora, basándose en la investigación pionera del corresponsal de Time Billy Perrigo.
Esta práctica forma parte de lo que Hao denomina «capitalismo de desastre», un patrón sistemático donde las crisis económicas en países como Venezuela y Kenia generan ejércitos de mano de obra ultrabarata para la industria tecnológica occidental. Empresas especializadas como Scale AI han perfeccionado este modelo, externalizando meticulosamente el «trabajo sucio» para que las grandes tecnológicas puedan distanciarse de toda responsabilidad mientras minimizan costos de forma dramática.
Antonio J. es escritor y cofundador y director editorial de www.rrefugio.com, agencia especializada en contenido, ecommerce, estrategia digital y branding.
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