La IA ya se sienta en clase: así está revolucionando la educación

Blanca sacó un 10 en el último trabajo que presentó para la asignatura de Historia de España en su instituto. La infografía, sobre los primeros reinos cristianos en el noroeste de la península, estaba hecha íntegramente con ChatGPT y maquetada con Canva, pero el profesor no fue capaz de detectar el uso de la inteligencia artificial. "Los profesores meten en un detector de inteligencia artificial los textos de las presentaciones, pero usamos humanizadores para que no nos pillen. Luego utilizo el mismo detector que usan ellos hasta que pone que hay un 0% de inteligencia artificial. Lo hacemos así todos", explica la alumna de 14 años.
En los últimos años se ha popularizado el uso de detectores de inteligencia artificial que analizan diversos indicadores -como frases repetitivas, estructuras demasiado coherentes, uso excesivo de adjetivos o ciertos signos de puntuación- para distinguir entre textos escritos por humanos y aquellos generados por inteligencia artificial. Su uso, sin embargo, se ha convertido en un círculo vicioso: los alumnos los utilizan antes de entregar sus trabajos, y los profesores después, con la intención de detectar posibles trampas.
"Soy consciente de que los alumnos usan inteligencia artificial igual que lo estamos haciendo los profesores. Más allá del detector, yo me entero de que lo hacen porque si les preguntas sobre el trabajo que han presentado muchos no tienen ni idea. No les digo que no lo usen, es como cuando hace años copiábamos de la enciclopedia, pero hay que cambiar el planteamiento de la educación para que eso que copian les sea útil y se enteren. No podemos dar clase igual que la recibía yo hace treinta años", asegura Marta Losada, profesora de ESO y Bachillerato en un instituto sevillano.
En el centro de Marta no hay ninguna directiva que indique a los profesores o alumnos cómo deben utilizar esta nueva tecnología, pero la profesora insiste en que lo utilizan casi todos. La irrupción de la inteligencia artificial generativa ha pillado por sorpresa a la gran mayoría de centros educativos españoles, donde comienzan a explorar su uso sin formación ni pautas claras. "Cada uno explora en su casa las herramientas que considera, yo estoy aprendiendo, pero tengo claro que si supiera utilizarlo mejor podría hacer maravillas", apunta Losada.
Un estudio de Empantallados y GAD3 publicado a finales del año pasado revelaba que el 73% de los docentes españoles ha utilizado herramientas de inteligencia artificial en alguna ocasión, principalmente para generar ideas para clases (64%) y para complementar contenidos (50%), mientras que el 82% del alumnado ha recurrido a esta tecnología.
En España no hay una regulación concreta ni directrices sobre el uso de la inteligencia artificial en centros educativos, pero la ley de inteligencia artificial que la Unión Europea puso en marcha a mediados del año pasado sí que alude directamente a este sector asegurando que es de alto riesgo.
"No hay un modelo o guía escrita por las instituciones europeas, solo hay una serie de buenas prácticas. La educación es una prerrogativa nacional, sería difícil hacer algo a nivel europeo. En España, por ejemplo, es muy heterogéneo y cambia mucho dentro de cada comunidad e incluso de cada institución, es casi imposible crear un marco de uso que pueda funcionar en un entorno tan diverso", explica Antonio Aloisi, profesor de IE Law School en IE University.
Un negocio golosoEn vista del enorme potencial y recorrido que tiene el uso de la inteligencia artificial en las aulas, OpenAI lanzó ChatGPT Edu, una versión de GPT-4o diseñada para instituciones educativas. Esta herramienta ofrece capacidades avanzadas como análisis de datos, navegación web y resumen de documentos, con seguridad y controles de nivel empresarial (sin compartir datos).
En España, IE University ha sido pionera en integrar herramientas de OpenAI a escala institucional. La universidad firmó a principios de año un acuerdo con el laboratorio para que tanto alumnos como profesores tengan acceso a ChatGPT Edu. "Somos conscientes de la revolución que supone la inteligencia artificial y hemos decidido evitar que los alumnos la usen a escondidas para explotar al máximo su potencial. La inteligencia artificial puede cambiar la educación en dos niveles: hacer mejor lo que ya estabas haciendo y comenzar a hacer cosas que antes no hacías", explica Begoña González-Cuesta, decana de Education and Academic Experience en IE Business School.
"Lo que antes te llevaba una semana entera ahora lo haces en una mañana", afirma González-Cuesta. "La actitud policial para evitar que los alumnos lo usen no lleva a ningún sitio. El estudiante va a buscar engañar y los detectores no funcionan. Hay que ir por otro lado. Es un camino sin salida", añade.
Por su parte, Google ha introducido Gemini for Education, integrando su modelo de inteligencia artificial generativa en Google Workspace for Education. Esta iniciativa permite a las instituciones educativas ofrecer a estudiantes y al personal herramientas de inteligencia artificial avanzadas, como asistencia en redacción, análisis de datos y resúmenes automáticos dentro de un entorno seguro.
La Universidad de Jaén ha sido una de las primeras en ampliar su acuerdo con Google para ofrecer acceso al asistente Gemini a través de las cuentas corporativas, tanto de profesores como de estudiantes, y la Universidad de Sevilla también ha anunciado un acuerdo con el gigante buscador para impulsar la IA en la educación superior.
Al igual que ocurre con las licencias educativas de OpenAI, estas alianzas proporcionan protección adicional para los datos, ya que las conversaciones no se utilizaban para entrenar a los modelos.
Los dos gigantes de la inteligencia artificial se han embarcado en una batalla por atraer a grandes centros educativos que comiencen a usar sus productos para cambiar la forma de enseñar. Google cuenta en este entorno con cierta ventaja al llevar años ofreciendo herramientas a los docentes mediante Google Workspace, pero OpenAI avanza rápido con grandes acuerdos como con la London Business School y la Universidad Estatal de Arizona.
Asimismo, mientras los gigantes de la inteligencia artificial abren un frente por hacerse con el jugoso negocio de la inteligencia artificial en la educación, las pequeñas empresas de edtech comienzan a cambiar el foco tras el boom de las clases virtuales en los años de pandemia. En concreto, las empresas de tecnología educativa recibieron solo 3.000 millones de dólares de inversión en 2024, en comparación con los 17.300 millones de dólares registrados en 2021, según PitchBook. Esta pérdida de interés de los inversores se produce en parte por el descenso de suscriptores tras el Covid pero también por el auge de la inteligencia artificial y herramientas gratuitas como ChatGPT.
De hecho, la inversión en inteligencia artificial generativa no ha parado de crecer en este mismo periodo. En 2024, se invirtieron 51.400 millones de dólares en esta tecnología frente a los 16.500 millones de 2021, según PitchBook.
En este nuevo escenario donde las start up buscan ofrecer productos para mejorar el trabajo o la gestión del tiempo de los docentes, comienzan a despuntar compañías, especialmente chinas o estadounidenses, que están atrayendo el interés de los inversores. Una de ellas es Squirrel AI, empresa china que utiliza un sistema de tutoría avanzado que personaliza el aprendizaje para cada estudiante en tiempo real. Está valorada en 1.000 millones de dólares.
Otro ejemplo es Magic School, con sede en Estados Unidos y una valoración de 270 millones de dólares tras cerrar recientemente una ronda de 45 millones. Esta plataforma que ya usan 2 millones de profesores ofrece a los educadores herramientas para facilitar la planificación, creación y personalización de contenidos, actividades y situaciones de aprendizaje.
Pero invertir en esta tecnología, ya sea mediante las licencias de los grandes players o de las pequeñas start up, supone un sobrecoste que no todos los centros educativos se pueden permitir. En la Universidad Complutense de Madrid, Jorge Gómez, vicerrector de Tecnología y Sostenibilidad, asegura que aún no hay un uso estandarizado de la IA, pero están empezando a experimentar con ella por sus propios medios.
"Esta tecnología es cara. Puede suponer costes por persona superiores a los que pagamos ahora mismo por casi cualquier otra herramienta. Por eso estamos haciendo movimientos por tecnologías de software libre. No es común leer esto en la prensa, pero servicios como ChatGPT se pueden desplegar de forma gratuita en instalaciones propias. No tienen el mismo rendimiento pero, al menos, proporcionará una base que permitirá al profesorado y al estudiantado acceder a un medio gratuito independiente y estable".
Un futuro de cambiosDe momento, la inteligencia artificial en educación tal y como la están implantando algunos países europeos se está orientando "a que los alumnos entiendan lo que es y lo que no es, es decir, a su comprensión como herramienta para aprender y practicar", dice Inma Martínez, miembro del Consejo de la SEDIA y asesora de agencias internacionales para la inteligencia artificial en G7 y OCDE.
"Pero ya se empieza a considerar que la manera en la que examinamos a los alumnos está desfasada y es por ello que la inteligencia artificial empieza a mostrar que lo que más importa no es memorizar conceptos, sino saber ponerlos en práctica, pensar, razonar", señala. "La cuestión fundamental que presenta la inteligencia artificial es: ¿estamos realmente educando a saber pensar y razonar, o es la educación existente un sistema que necesita una transformación radical?", se cuestiona la científica.
Al lanzar esta pregunta a profesores y expertos la respuesta es clara. La educación tal y como la conocemos va a tener que cambiar y adaptarse a esta nueva tecnología que modificará la forma en la que se imparten las clases pero también las propias asignaturas o los oficios a estudiar.
"La educación es de las profesiones que más va a sufrir y a su vez beneficiarse de la transformación brutal que va a experimentarse con la inteligencia artificial", asegura González-Cuesta. "No queremos que las nuevas generaciones dejen de desarrollar determinadas competencias y tenemos el miedo de que disminuya el potencial intelectual. Ya las redes sociales lo han hecho, pero con la inteligencia artificial esto puede incrementarse, el impacto va a ser mucho mayor. Además, el papel del profesor va a cambiar. No van a desaparecer, pero sí transformarse", apunta la decana.
Por su parte, el vicerrector de Tecnología y Sostenibilidad de la Universidad Complutense tiene ciertas dudas sobre el futuro de la inteligencia artificial en la educación e insiste en que "el papel del profesorado no va a cambiar en lo esencial, que es ser el garante de que se adquieren las competencias esperadas de la asignatura".
Además, aunque para el alumnado comienzan a publicarse ahora estudios que tienen la intención de dilucidar si esta tecnología tiene un impacto positivo o no, Gómez asegura que "la tecnología no es buena cuando impide la adquisición de competencias y es ahí donde el profesorado debe vigilar el uso". "Afortunadamente, las pruebas individuales sin el acceso a internet siguen existiendo. Un estudiante que no adquiera las competencias durante el cuatrimestre mediante su esfuerzo, no tiene las mismas garantías que otro que sí lo haya hecho", agrega.
Los expertos apuntan a que profesiones como un traductor o un programador no tendrán sentido en unos años, por lo que se tendrá que rediseñar el futuro educativo en base a un nuevo escenario laboral. "Estamos viendo que de aquí a dos años muchas profesiones se van a redefinir. No sabemos qué va a pasar, pero todo va a cambiar. Hay algunas que no van a tener sentido, van a desaparecer. Otras se van a transformar y van a surgir nuevas. La parte de la creatividad e imaginación va a ser fundamentales," concluye la decana de IE University.
En pleno auge de la inteligencia artificial generativa, la 'start up' española Ignite decidió hace dos años poner el foco en el uso de esta tecnología para ayudar al profesor en la planificación diaria de las clases. Impulsado por un equipo con formación académica relevante, incluyendo doctores en ingeniería y pedagogía, la idea era crear una herramienta para liberar horas al profesor de primaria, secundaria y formación profesional. "Es como una Thermomix donde se introducen diferentes ingredientes y la herramienta genera una propuesta de planificación didáctica a medida. Estos ingredientes no son solo los contenidos curriculares o los datos generales del nivel, sino también características específicas de los alumnos y del aula", explica Ignacio Aso, fundador de Ignite Copilot.
De las 15 o 16 horas que se calculan que un profesor destina a la planificación didáctica a la semana, Ignite Copilot promete ahorrar unas tres cuartas partes, aproximadamente 10,5 horas. Funciona con modelos de lenguaje como ChatGPT o Gemini y también cuenta con una herramienta conversacional para poder preparar los contenidos. Actualmente, la plataforma cuenta con 14.000 usuarios registrados, aunque la mayor parte utiliza la versión gratuita. El objetivo de cara a los próximos años es crecer en licencias de pago, sobre todo gracias a su expansión por Latinoamérica. "Para finales de 2026 contamos con tener unas 26.000 licencias de pago", añade Aso.
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