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‘Mi misión es hacer visible lo invisible’: Daniela Cepeda Tarud

‘Mi misión es hacer visible lo invisible’: Daniela Cepeda Tarud
Daniela es abogada, estratega, exreina del Carnaval de Barranquilla, pero sobre todo es una mujer convencida de que lo social, lo comunitario y lo cultural pueden fundirse en una misma causa. Desde joven ha trabajado por hacer “visible lo invisible”, y no es una frase desprovista de contenido: es una obsesión que la acompaña en cada proyecto que ha emprendido.
Ha estado del lado de los hacedores del Carnaval, ha caminado con comunidades migrantes, ha trabajado con gobiernos locales, con mujeres líderes, con jóvenes, con artistas, con soñadores. Recibió el reconocimiento como Mujer Cafam Atlántico 2025 y hoy nos acompaña para contarnos cómo ha sido ese camino que mezcla academia, territorio, liderazgo y humanidad.
¿Es en serio que fuiste siete veces representante estudiantil en tus épocas de colegio y universidad?
Ja, ja. Sí, así como lo oyes: siete veces. Yo era la ñoña del curso. Esa que se sentaba en la primera fila, que se sabía los nombres de todos los profesores y que, sin pena, alzaba la mano en clase. Pero más allá de eso, lo que me impulsaba era una convicción profunda de que los jóvenes sí tenemos poder de transformación, incluso desde espacios que a veces parecen menores, como los universitarios.
¿Y qué fue lo que te llevó a meterte en esos espacios?
Desde muy pequeña me marcó la realidad social que veía a mi alrededor. Crecí en un contexto donde las injusticias eran parte del paisaje, donde la violencia y la desigualdad se sentían cerca. Y desde ese entonces me propuse dedicarme a entender cómo podía ayudar a cambiar eso. En la universidad creamos un grupo estudiantil que se llamaba 'Súmate Sí’. Promovíamos la cultura política entre jóvenes, la participación activa, pero sobre todo buscábamos visibilizar a quienes siempre habían sido invisibles. Ese fue el primer paso de muchos.

Daniela Cepeda Tarud. Foto:@DCepedaTarud

“Hacer visible lo invisible”… Esa frase te acompaña siempre.
Sí. Porque siento que ahí está todo. Lo invisible son esas historias que nadie cuenta, esos talentos que nadie reconoce, esas luchas que nadie aplaude. Yo he tenido el privilegio de caminar junto a muchas personas así. Y mi papel, como mujer, como profesional y como barranquillera, ha sido justamente ese: ayudar a que el mundo las vea.
Y hablando de Barranquilla, hablemos del Carnaval. Fuiste reina, sí, pero también estuviste muy comprometida con los hacedores, con la tradición, con la documentación de esa riqueza cultural. Incluso escribiste un libro. ¿Qué te dejó todo ese proceso?
Fue un capítulo maravilloso de mi vida. Como muchas niñas barranquilleras, yo soñaba con ser reina del Carnaval. Pero desde el primer momento tuve claro que quería usar esa plataforma para algo más grande. Me propuse que la gente entendiera que el Carnaval no es solo fiesta, que detrás de cada disfraz hay una historia viva, una tradición que se ha transmitido de generación en generación. Me vestí de marimonda, de cumbia, de golero. Y sí, al principio la gente se preguntaba “¿y esta reina por qué no se pone los trajes tradicionales?”, pero con el tiempo comprendieron que lo que buscaba era rendir homenaje a quienes han sostenido esta tradición con esfuerzo y pasión. Empezamos a hablar de cómo el Carnaval podía ser motor de desarrollo, cómo podía ayudar a que muchas personas vivieran dignamente de su talento. Y de ahí nació también el libro Somos Carnaval.
Cuéntame más de ese libro…
Fue el resultado de un proceso de año y medio con los hacedores del Carnaval. Hicimos talleres de memoria colectiva, escritura, fotografía, pintura. Les dimos herramientas para que ellos mismos contaran su historia. No queríamos que nadie hablara por ellos, sino que fueran sus propias voces las que quedaran registradas. Al final, muchos nos dijeron: “ya no somos hacedores, somos artistas”. Y tenían toda la razón. Somos Carnaval es como hacerles zoom a sus vidas, a sus emociones, a sus recuerdos. Fue una experiencia profundamente transformadora para todos los que participamos.
¿Sentiste que te exigían más por ser mujer y además reina?… como si tuvieras que probar tu liderazgo más que los demás…
Creo que siempre que uno hace algo distinto hay ruido. Cuando todos están de acuerdo, algo raro pasa. En mi caso, hubo quienes no entendían al principio. Pero con el tiempo, la gente fue viendo el sentido de lo que hacía. Y claro, cuando eres mujer, joven y tienes visibilidad, te toca demostrar el doble. Pero también te digo: cuando una está segura de lo que quiere, y se rodea de las personas correctas, todo es posible.

El senador Efraín Cepeda junto a su hija Daniela Cepeda. Foto:Archivo particular

En algún momento te fuiste a Londres a estudiar políticas públicas en la London School of Economics. ¿Qué viste allá que hayas podido aplicar en Colombia?
Irme a estudiar allá fue un paso importante. Quería seguir formándome, pero también quería entender cómo otros países enfrentaban sus retos sociales. En Londres aprendí dos cosas que marcaron mi forma de trabajar. La primera, el valor del pensamiento crítico. No podemos seguir resolviendo los retos de siempre con las soluciones de siempre. Hay que pensar diferente, arriesgarse, cuestionar. La segunda lección fue entender que el bienestar de una persona no se mide solo en lo objetivo: ingresos, salud, educación. También está lo subjetivo: ¿se sienten felices?, ¿se sienten escuchadas?, ¿están satisfechas con su vida? Hoy, en todos los proyectos que lidero, trabajamos desde ese enfoque. No queremos solo mejorar estadísticas, queremos transformar vidas desde la raíz.
Y ahí aparece otro eje central de tu trabajo: la migración. Estuviste en la alcaldía de Barranquilla liderando la creación del Centro de Integración Local para Migrantes y luego la estrategia Pa’lante, que incluso fue reconocida internacionalmente. ¿Qué te movió a trabajar por este tema de las migraciones?
Todo comienza con mi abuela. Ella fue migrante palestina. Nació en París y llegó a Barranquilla con su familia para comenzar de cero. Ver su historia, su lucha, su resiliencia, me marcó. Y cuando llegó esta nueva ola migratoria, especialmente de Venezuela, supe que no podía quedarme quieta. En ese momento yo asesoraba al alcalde Jaime Pumarejo y le propuse crear un centro donde los migrantes pudieran encontrar en un solo lugar todos los servicios que necesitaban para comenzar su nueva vida. Así nació el Centro de Integración Local para Migrantes, y luego ‘Pa’lante’, una estrategia que se convirtió en referente nacional e internacional.
¿Hay alguna historia que te haya marcado particularmente?
Muchas. Pero nunca olvido a los niños de Voces de la Paz, un grupo musical que surgió en uno de nuestros barrios de intervención. Valentina, Kevin, Brian… niños talentosos que encontraron en la música una forma de sanar y de soñar. O Milagros, una mujer que llegó de Venezuela con su esposo, levantaron su casa con sus propias manos y hoy ella lidera procesos de bienestar emocional en su comunidad. Historias como la de Mariana, que arriesgó su vida por traer a sus hijos, y lidera procesos comunitarios en La Loma. Son personas que llegaron con todo en contra y hoy son motores de cambio.
Y después de todo ese recorrido, fundas Muttu. ¿Qué es y qué busca?
Muttu es mi sueño hecho realidad. Es una plataforma de innovación social que transforma retos complejos en soluciones sostenibles. Diseñamos, implementamos y evaluamos proyectos que buscan activar el potencial de personas y comunidades en condición de vulnerabilidad. Trabajamos con una metodología propia que llamamos Integración+, que aborda la integración desde múltiples dimensiones: social (salud, educación), productiva (empleo, emprendimiento), urbana (vivienda, entornos seguros), cultural (cohesión) y comunitaria. Y lo hacemos desde la familia como núcleo, porque estamos convencidos de que el verdadero progreso no es individual, es colectivo.
¿Y cómo miden el impacto de lo que hacen?
Tenemos un Índice de Integración que nos permite ver no solo lo que se mejora objetivamente, sino también lo que cambia emocionalmente. Buscamos que nuestras intervenciones no sean paliativas, sino sostenibles. En los próximos cinco años queremos llegar a 500.000 personas en Colombia, y lo vamos a hacer articulando esfuerzos entre gobiernos locales, cooperación internacional, empresas, ONG, comunidades y academia. Porque cuando se trabaja en red, el impacto es más profundo.
Te hago una pregunta personal. Eres hija de un senador muy reconocido, pero claramente has forjado tu propio camino. ¿Has sentido que ese reconocimiento que hoy recibes es por ti, por tu trabajo, y no por tu apellido?
Totalmente, José. Me la he sudado. Este camino no ha sido fácil. He trabajado desde abajo, desde el territorio, desde la calle. He construido esto con mucha pasión y también con mucho rigor. Mi papá, claro que ha sido una inspiración. Lo admiro profundamente. Pero esto que yo hago no es una herencia ni un favor: es una vocación que he cultivado paso a paso, con el mejor equipo y con el corazón en la mano.
Y para cerrar, ¿qué fue lo que se volvió visible para ti, en lo más íntimo, que antes era invisible, usando tu frase?
Que cuando uno trabaja desde la fuerza colectiva, desde la articulación, desde el amor por lo que hace, no hay imposibles. Lo que parecía lejano, se vuelve cercano. Lo que parecía imposible, se vuelve alcanzable. Y eso, José, es lo más hermoso de todo este camino.
eltiempo

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