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La 'Trumponomía' erosionará los cimientos de la prosperidad estadounidense

La 'Trumponomía' erosionará los cimientos de la prosperidad estadounidense

¿Fue solo una falsa alarma? El pánico a propósito de la economía mundial desatado en abril tras los aranceles del “Día de la Liberación” anunciados por el presidente Donald Trump ha dado paso a un optimismo creciente. El efecto inflacionista de los aranceles ha sido por el momento discreto. En privado, los empresarios dicen que ahora esperan que las disputas comerciales desemboquen en acuerdos y que no sean un fin en sí mismas. Las encuestas muestran que la confianza de empresas y consumidores, aunque baja, está mejorando. El índice bursátil S&P 500 ha alcanzado un máximo histórico.

Y la Ley Grande y Bonita aprobada por el Senado el 1 de julio y por la Cámara de Representantes dos días más tarde se parece más a la tradicional política republicana de reducciones fiscales y recortes del gasto, al estilo de Paul Ryan o Mitt Romney, que a una fantasía MAGA. De repente, los dirigentes empresariales vuelven a estar dispuestos a ver en Trump al populista de su primer mandato: un hombre al que hay que tomar en serio, pero no al pie de la letra.

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Assembly line workers polish body panels at a Ford Motor Company assembly plant in Minnesota. (Photo by © Minnesota Historical Society/CORBIS/Corbis via Getty Images)

Por desgracia, es probable que la ley firmada por Trump el 4 de julio ensombrezca ese panorama tan optimista. Ilustra el daño a largo plazo que Trump está causando a los cimientos de la economía estadounidense.

El principal efecto de la ley es prorrogar los recortes fiscales del primer mandato de Trump que estaban a punto de expirar. Los republicanos lo presentan como una prolongación del statu quo. Sin embargo, como los demócratas antes que ellos, pasan por alto el hecho de que el statu quo es insostenible. En los últimos 12 meses, el déficit presupuestario de Estados Unidos ha alcanzado un pasmoso 6,7% del PIB. La aprobación de la ley significa que el déficit se mantendrá en torno a ese nivel y que, dentro de un par de años, la relación deuda/PIB del país superará el 106% alcanzado después de la segunda guerra mundial. Los ingresos procedentes de los aranceles serán una ayuda, pero no bastarán para detener el aumento de la ratio, lo que significa que continuará la deriva hacia la crisis.

En la medida en que la ley contribuye a apretar el cinturón, lo hace en los lugares equivocados. A medida que aumenta la esperanza de vida y la población envejece, Estados Unidos debería recortar las ayudas a los mayores; aumentando, por ejemplo, la edad de jubilación. En cambio, los pensionistas obtienen ahora una rebaja fiscal, y los republicanos recortan el Medicaid, el seguro médico para los más desfavorecidos. Algunas medidas sensatas incluyen la reducción de la capacidad de los estados para manipular el sistema con el fin de obtener más dinero federal. Sin embargo, según las previsiones oficiales, el efecto global será incrementar en casi 12 millones el número de estadounidenses sin seguro médico. Se trata de una cifra escandalosa para el país más rico del mundo. Muchos de los que pierdan la cobertura se verán afectados por nuevos requisitos que obligan a los beneficiarios a trabajar. En el pasado, esas normas han supuesto un obstáculo burocrático para los solicitantes, sin que por ello se haya conseguido impulsar el empleo.

President Joe Biden speaks about climate change and clean energy at Brayton Power Station, Wednesday, July 20, 2022, in Somerset, Mass. (AP Photo/Evan Vucci)

El ex presidente Joe Biden en un acto en favor de las energías verdes en 2022

Evan Vucci / AP

Se obtendrá un ahorro adicional con la derogación de los créditos fiscales para la energía limpia aprobados por el presidente Joe Biden. Los créditos estaban plagados de requisitos proteccionistas del tipo “comprar estadounidense”; pero, dado que el Congreso abomina de la tarificación del carbono, nada los sustituirá. El país volverá a carecer de una política federal de descarbonización, y sus emisiones de gases de efecto invernadero serán mayores de lo previsto. La nostalgia de Trump por los combustibles fósiles no quiere saber nada del potencial de las energías renovables para hacer que la energía sea mucho más abundante. Se trata de una locura cuando la carrera por la inteligencia artificial general es, en parte, una carrera por la electricidad necesaria para entrenar modelos masivos.

Incluso la forma en que se ha aprobado el proyecto de ley revela la creciente disfunción de Estados Unidos. La ley es descomunal porque los partidos gobernantes rara vez tienen más de una oportunidad al año para aprobar una ley de impuestos y gastos con solo 51 votos en el Senado, en lugar de los 60 necesarios para eludir el filibusterismo. En un proyecto de ley tan grande, las reformas importantes se examinan poco y se pueden utilizar muchos fondos para comprar el apoyo de los congresistas.

La ley encierra importantes problemas, pero los optimistas aseguran que el impulso económico que se logrará los compensará

Los optimistas reconocen algunos de esos aspectos o todos ellos, pero sostienen que el crecimiento económico acabará con todos los temores. Un crecimiento más rápido aliviará la carga de la deuda, beneficiará a los pobres mediante más puestos de trabajo y salarios más altos, y hará que la disfunción política parezca económicamente irrelevante. Y, en efecto, el gobierno prevé un aumento de la producción de casi un 5% en los próximos cuatro años.

Ahora bien, es erróneo esperar que esa ley vaya a generar un auge del crecimiento. Los recortes fiscales contenidos en ella y que ya están en vigor ofrecen pocos estímulos nuevos; y los aranceles son una fuerza compensatoria. En cualquier caso, los tipos de interés son tres veces superiores a los niveles registrados cuando se produjo el último recorte de impuestos de Trump; y es más probable que la Reserva Federal compense una política fiscal más laxa con ajustes en su postura monetaria. Los recortes fiscales orientado a la oferta contribuirán a impulsar la inversión, pero sólo representan el 8% del total, en términos de coste. Muchos de los nuevos recortes fiscales, incluidas las exenciones a las propinas y las horas extras, son simples triquiñuelas. El programa de desregulación del gobierno podría ayudar, pero solo de forma marginal.

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En realdad, el géiser estadounidense de la emisión de deuda perjudicará cada vez más al crecimiento. En tiempos normales, la deuda pública desplaza la inversión privada, lo que eleva el coste del capital para nuevos proyectos como los centros de datos. Y los costes de un ajuste fiscal repentino, impuesto a Estados Unidos por los mercados de bonos, serán enormes. El banco Goldman Sachs calcula que, si el Congreso pospone el endurecimiento fiscal durante otra década, podría tener que recortar el gasto o subir los impuestos en un 5,5% anual del PIB para estabilizar la relación deuda/PIB. Eso es más que la austeridad sufrida por la eurozona tras la crisis de la deuda soberana en la década de 2010. Si la medida resultara demasiado difícil para los legisladores, Estados Unidos podría recurrir a las tácticas utilizadas después de la segunda guerra mundial: la inflación y la represión financiera.

La desatención de la Ley Grande y Bonita por el largo plazo es parte de un malestar más amplio. Aprovechando el poderío económico de Estados Unidos y su indudable influencia en las negociaciones, Trump hace caso omiso de los cimientos del éxito de su país. Ha renovado los ataques contra la Reserva Federal, lo que supone una amenaza más para la estabilidad económica. Su recorte de fondos para la investigación científica perjudicará la innovación estadounidense. Su actitud arrogante hacia el Estado de derecho convierte a Estados Unidos en un lugar más arriesgado para invertir. Y, pese a la moderación de su guerra comercial, el tipo arancelario medio sigue siendo el más alto en un siglo, y la incertidumbre sobre la política comercial constituye una carga. Aunque los activos estadounidenses están en auge en los términos del dólar, han perdido valor calculados en otras divisas. La caída este año del 11% del dólar refleja los riesgos a largo plazo para la economía estadounidense, que son reales y crecientes.

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Traducción: Juan Gabriel López Guix

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