El corazón industrial de Alemania se prepara para la ola de la AfD

Nevim Bayraktar participaba en una protesta por el deterioro que sufre su vivienda el otoño pasado cuando se encontró con un representante de Alternativa para Alemania (AfD). Esta cuidadora, originaria de la ciudad occidental de Duisburgo, al principio no se dio cuenta de que pertenecía al partido de extrema derecha.
"Fue muy amable y simpático", comenta. Y fue "el único que se quedó" para hablar con ella.
Un año después, esta mujer de 55 años no sólo votará por la AfD, sino que también se presentará como candidata del partidoa las elecciones locales del domingo.
La elección de alcaldes y concejales en Renania del Norte-Westfalia (NRW), el estado más poblado de Alemania, es la primera gran prueba electoral para la coalición gobernante del canciller Friedrich Merz, que asumió el cargo en mayo. También es probable que ayude al partido de extrema derecha a consolidar su presencia en el oeste de Alemania, más allá de sus tradicionales bastiones del este.
"NRW es una especie de laboratorio experimental", afirma Kristina Weissenbach, profesora de ciencias políticas en la Universidad de Duisburg-Essen. "Tenemos muchos ciudadanos con diferentes niveles de ingresos y diferentes orígenes culturales. En cierta manera, es un reflejo de toda Alemania".
Las elecciones consolidarán un giro a la derecha en la región del Ruhr, dominada durante décadas por los socialdemócratas.
El concejal de la AfD Alexander Schaary, el representante del partido que primero se hizo amigo de Bayraktar y luego le propuso presentarse como candidata, afirma estar "muy convencido" de que mejorarán sus anteriores resultados.
Es probable que la AfD se fortalezca a expensas tanto de los Demócratas Cristianos (CDU) de Merz como de sus socios de coalición de centroizquierda (SPD), a quienes los votantes culpan de incumplir sucesivamente las promesas. Sin embargo, si bien la CDU aún podría mantener el control sobre muchas de las ciudades ricas del estado, como Düsseldorf, los socialdemócratas se preparan para sufrir duras pérdidas frente a la AfD en ciudades como Duisburgo y su vecina Gelsenkirchen.
En la posguerra, Duisburgo fue un importante centro minero de carbón y de producción de acero, y fue uno de los motores del "milagro económico" alemán.
Pero el cierre de minas y acerías provocó una fuerte caída del empleo industrial.
"Ya no queda tanto dinero", explica Guido Kerkhoff, consejero delgado del distribuidor de acero Klöckner, quien también dirige un proyecto llamado Iniciativa del Ruhr. "Los centros urbanos están más vacíos. Es triste".
No todo Duisburgo está venido a menos. Un complejo portuario presume de restaurantes y modernos bloques de apartamentos con vistas al río Ruhr. Hay museos dedicados a la escultura y al arte moderno. Una antigua acería se ha convertido en un aclamado parque.
Pero algunas partes de la ciudad, especialmente la zona norte, sufren problemas sociales como el desempleo, la pobreza infantil, la precaria situación de las viviendas y las dificultades de integración asociadas a los altos niveles de inmigración.
En Marxloh, que hace unos diez años fue calificada de "zona prohibida" por la prensa alemana, se ven sofás viejos y carritos de la compra abandonados tirados en las aceras. Se puede ver a traficantes de drogas merodeando a media mañana, mientras una niña de 9 años deambula sola, sin poder explicar por qué no está en la escuela.
En un mercado local, el dueño de un puesto, Muammar Demir, se queja de que sus clientes intentan regatearle hasta los 3 euros un anillo que cuesta 7. "No tienen ningún poder adquisitivo", asegura.
Entre la numerosa población de Duisburgo nacida en el extranjero figuran sirios que empezaron a llegar después de 2015, cuando la entonces canciller Angela Merkel abrió las puertas a alrededor de un millón de solicitantes de asilo. También hay ciudadanos de la UE procedentes de Bulgaria y Rumanía que a menudo trabajan en empleos duros y mal pagados, como la limpieza, el cuidado de ancianos y el envasado de carne.
Los recién llegados a veces tienen relaciones tensas con los descendientes de segunda y tercera generación de los "trabajadores invitados" turcos que empezaron a llegar en gran número a partir de la década de 1960.
Entre ellos se encuentra Bayraktar, cuyo padre llegó de Turquía en 1961 para trabajar en una planta de Ford en la cercana Colonia.
Su edificio en el distrito de Neumühl, al norte de Duisburgo, ha tenido problemas con ocupantes ilegales extranjeros. Se queja de fiestas ruidosas y afirma haber encontrado heces humanas en el sótano. "Les expliqué una y otra vez: 'Debéis ser ordenados. Vivimos en Alemania. Hay un horario de silencio que empieza a las 10 de la noche'", explica. "Me decían: 'Claro, hermana, lo haremos'. Y dos días después, todo volvía a empezar".
Las autoridades han acusado a bandas extranjeras organizadas de realizar fraudes a la asistencia social y estafas con la vivienda.
Las ONG locales y los investigadores que trabajan con inmigrantes afirman que las denuncias de fraude generalizado en las prestaciones sociales organizado por bandas criminales son exageradas y, además, corren el riesgo de obstaculizar importantes esfuerzos para promover la integración y la inclusión.
Sin embargo, los problemas son tan reales que el alcalde del SPD, Sören Link, se ha visto obligado a adoptar una postura pública firme. El lema de sus carteles de campaña es "postura firme, gran corazón".
Además de los problemas locales, su partido debe lidiar con su mala imagen a nivel nacional y la tendencia general de los votantes a abandonar los partidos tradicionales.
Esta semana, durante una campaña electoral en el distrito de Meiderich, un grupo entusiasta de jóvenes candidatos del SPD se encontró con varias personas que dijeron que votarían por el partido de extrema izquierda Die Linke. Otro les cerró la puerta en las narices, asegurando que votaría a la AfD.
La AfD tiene sus propios problemas. En Renania del Norte-Westfalia, el partido se ha visto afectado por años de luchas internas, entre ellas por el papel de un diputado de la región que en su día se declaró "la cara amable" del nazismo. Aun así, eso no le impidió casi duplicar su porcentaje de votos, alcanzando cerca del 27% en el norte de Duisburgo en las elecciones parlamentarias de febrero.
Un funcionario local del SPD expresa su consternación por el hecho de que algunos candidatos de la AfD "no tengan ni la más remota idea" de gobernanza local y dediquen el tiempo en su lugar a "publicar vídeos de gatos" en redes sociales.
Pero la falta de experiencia de gobierno del partido no preocupa a los votantes desilusionados del SPD, como Pascal Leier, cartero y padre de dos niños pequeños.
Le alarma lo que, según él, es la gran cantidad de niños en la guardería de su hija que no hablan alemán.
Afirma que el partido de extrema derecha aún no tiene experiencia, pero añade: "Quiero ver qué podría hacer realmente la AfD si tuviera el poder".
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