Jimena Márquez ante el gran desafío teatral nacido de su propia biografía
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El pacto de silencio que se establece ni bien comienza la obra parece eliminar cualquier posibilidad de producir una reseña crítica sobre el hecho dramático que vamos a presenciar. De algún modo recuerda el juramento que les propone Hamlet a sus amigos después de ver al fantasma de su padre muerto: No hablar sobre lo que vimos, no contar a nadie lo que sucedió en esa sala teatral o en esa noche en Dinamarca se convierte en el dato que establece el límite entre la verdad y la ficción.
El desmontaje, de Jimena Márquez. Foto: Gabriel Arambillete
El desmontaje de Jimena Márquez es una de esas creaciones que obliga a replantearse las coordenadas de la crítica. Y no se trata aquí del fatídico concepto de spoiler que reduce una película o una obra de teatro (lo mismo vale para una novela o una serie) a su dimensión argumental, lo que implica ser indiferentes a su estética, a los procedimientos narrativos que son los que fundamentan su validación artística. Jimena Márquez está en escena y el espacio propone una suerte de conferencia performática.
La actriz, directora y dramaturga uruguaya quiere contarnos un episodio ocurrido en las salas teatrales de Montevideo hace unos pocos años, para eso se vale del testimonio de buena parte del universo teatral uruguayo. Una pantalla nos acerca una serie de entrevistas realizadas con actores y actrices del elenco estable de la Comedia Nacional de Montevideo, con su director, Gabriel Calderón, y con artistas como Marianella Morena que ha presentado muchos de sus trabajos en Buenos Aires, enfocadas en un mismo tema: hablar de un hombre que se convirtió en protagonista de la escena teatral del país oriental a partir de unas intervenciones que realizaba cuando asistía como espectador a las funciones y que amenazaban la instancia misma de representación .
Hasta aquí lo que se puede contar. Si dejamos de lado la forma enunciativa que convierte a esta conferencia performática en un documental podemos definir a El desmontaje como un intento de llevar a escena el género del ensayo. Lo que propone Jimena Márquez es una reflexión sobre el teatro, específicamente sobre el lugar de la expectación, a partir de un suceso que adquiere tanto una categoría anecdótica como estructural. La actriz, que establece un nivel de complicidad con el público, que tiene una gran capacidad expresiva y comunicativa y que también se arriesga a pensar la dimensión actoral de su trabajo, apela a discutir los modos en que se constituye un público pero también las formas de disciplinamiento de la escena, la posibilidad de opinar sobre lo que sucede arriba de un escenario, de intervenir, incluso de establecer una situación que pueda competir o poner en crisis la noción de ficción.
La actuación es aquí un componente político porque demuestra su eficacia como mecanismo de convencimiento, como estrategia para construir la verosimilitud del relato. A su vez nos dice que es la primera vez que se anima a actuar, que su relación con el teatro siempre se dio desde la docencia, la dirección y la escritura después de haber desaprobado el ingreso a la Escuela Multidisciplinaria de Arte Dramático de Montevideo.
El desmontaje tuvo unas pocas funciones en el FIBA del año 2023 y ahora el Club de Artes Escénicas Paraíso la integra a su programación en una acertada decisión de curaduría porque se trata de un material que despierta el imaginario en relación a los modos de producción y dialoga con el universo teatral de Buenos Aires, con su dinámica y sus inquietudes teóricas, ya que aborda una crítica sobre cierta inercia que a veces captura a la producción estética contemporánea, sobre las rutinas en las que puede caer cualquier práctica artística y sobre el riesgo perdido, la ausencia de asombro que hacen del teatro una experiencia previsible, casi un consumo burgués. Pero la autora uruguaya entiende que cuando algo se altera, el teatro recupera rápidamente su carácter mítico, ritual, endiablado, su capacidad de convertirse en una instancia social, su condición dionisíaca donde ya no hay diferencias entre la platea y el escenario.
Estas formulaciones Jimena Márquez las realiza con recursos teatrales, su relato genera intriga, atrapa, motiva a un pensamiento sobre los hábitos de creación y de expectación. Por momentos se involucra desde la primera persona, se atreve a lo confesional, se reconoce como testigo de lo que cuenta, mientras en la escena es la protagonista aunque es cierto que su rol se desplaza y termina transformándose en una suerte de corifeo que cuenta algo que ya sucedió, que pertenece al pasado, como ocurría con la tragedia griega donde las situaciones fundamentales se desarrollaban fuera de escena.
El desmontaje, de Jimena Márquez. Foto: Gabriel Arambillete
El desmontaje es un gran relato de lo obsceno (entendido como fuera de escena) pero resignificado en la instancia de revelación. Es un material donde sentimos que participamos de una conversación con la protagonista/ narradora y a su vez autora o cronista que nos toma como destinatarios e interlocutores. Siempre nos está mirando, está claro que habla con nosotros, que está en escena para contarnos una historia y esto actualiza la noción de espectador. Nos da una esencia, una entidad que no se aquieta en la oscuridad de la sala
El desmontaje se presenta el viernes 7 de marzo a las 20, el sábado 8 de marzo a las 17 h y 20 h y el domingo 9 de marzo a las 16 h en El Galpón de Guevara
Clarin