Descubren un Nuevo Color Llamado «Olo» que el Ojo Humano no Puede Ver

¿Qué pasaría si existiera un color que nunca has visto, no porque sea raro, sino porque es físicamente imposible de percibir bajo condiciones normales? Esta pregunta, digna de la ciencia ficción, ahora tiene una respuesta. Un equipo de científicos de la Universidad de Berkeley en California ha hecho un descubrimiento fascinante: la existencia de un nuevo color, bautizado como «olo», que se encuentra fuera del espectro visual humano natural. Lo más increíble es que, aunque no puede ser visto a simple vista, cinco de los investigadores ya han logrado percibirlo a través de un innovador método experimental, abriendo una nueva frontera en nuestra comprensión de la visión.

Quienes han tenido el privilegio de ver «olo» lo describen como un tono azul-verde hipersaturado, una tonalidad sin precedentes en la experiencia humana. Según el estudio, publicado por National Geographic, el color es tan puro que, para poder compararlo con un color del espectro conocido, los científicos tuvieron que «desaturarlo» añadiendo luz blanca. Este hecho es la prueba inequívoca de que «olo» se encuentra más allá de los límites de nuestro rango cromático habitual.

La clave para percibir este color imposible no está en la luz misma, sino en cómo se manipula la respuesta de nuestro ojo. El equipo de Berkeley desarrolló un método que utiliza tecnología láser para estimular selectivamente y de forma aislada las células cónicas «M» de la retina, aquellas que responden a las longitudes de onda medias (verdes). En la naturaleza, la luz nunca activa un solo tipo de cono sin activar también a los demás. Al lograr esta activación aislada mediante un «electrochoque óptico» cuidadosamente controlado, los científicos indujeron una percepción de color que el cerebro humano nunca antes había procesado.

Este hallazgo es mucho más que una simple curiosidad. Introduce un nuevo enfoque en el estudio de la percepción visual conocido como «metamería espacial», que se centra no en la composición de la luz, sino en su distribución espacial sobre la retina. El descubrimiento de «olo» demuestra que nuestra experiencia del color no es un reflejo absoluto del mundo exterior, sino una construcción de nuestro cerebro basada en las señales que recibe de los ojos.

El estudio abre una puerta apasionante a futuras investigaciones y tecnologías que podrían, algún día, permitirnos expandir nuestras capacidades sensoriales. Nos deja con una pregunta intrigante: si «olo» existe, ¿qué otras realidades invisibles nos rodean, esperando a que desarrollemos las herramientas para poder percibirlas?