Plan B, plan C, plan D…
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La retórica buleadora de Donald Trump hacia México ya no sorprende a nadie.
Lo habíamos advertido: cuando se cumpliera el mes de plazo para los aranceles, de no aplicarlos los dejaría de todas formas en suspenso para seguir empleando esa carta siempre que le resulte necesaria. Sus amenazas de imponer aranceles de 25% a productos mexicanos y canadienses han encendido todas las alarmas desde hace un mes. Y si no las ha implementado es porque le está midiendo la temperatura a los mercados. Pero tal vez ya no estamos hablando de bravuconadas electorales, sino de políticas concretas que podrían implementarse en cuestión de semanas.
La pregunta no es si vendrán tiempos difíciles, sino cómo responderemos ante ellos. La historia económica nos ha enseñado que las guerras arancelarias nunca tienen ganadores, sólo diferentes grados de perdedores. Sin embargo, este desafío podría ser la sacudida que México necesita para diversificar su modelo económico y reducir su dependencia del mercado estadunidense.
El gobierno y empresariado mexicanos deben acelerar la diversificación comercial hacia otros mercados. El acuerdo modernizado con la Unión Europea permanece infrautilizado, la Alianza del Pacífico ofrece oportunidades para fortalecer un mercado regional y nuestra participación en el CPTPP puede profundizarse significativamente.
Las conversaciones con India, el bloque ASEAN y mercados de Oriente Medio no pueden esperar más. Éste es el momento de establecer zonas económicas especiales en el sur de México que permitan reorientar nuestras cadenas de suministro hacia estos mercados emergentes.
Si los aranceles se materializan, México debe implementar una respuesta quirúrgica. No se trata de una guerra arancelaria generalizada, sino de elegir productos estratégicos de estados republicanos clave. Pero también debemos diversificar nuestros proveedores de alimentos básicos, como maíz y trigo, un área donde nuestra dependencia de EU, es alarmante.
La preparación legal anticipada para acudir a mecanismos de solución de controversias internacionales debe iniciar ahora. Mientras tanto, necesitamos diseñar programas de apoyo temporal para los sectores más vulnerables, como el automotriz, agrícola y electrónico.
El plan más ambicioso, pero quizás el más necesario, requiere una verdadera política industrial nacional. La soberanía económica no puede seguir siendo sólo retórica. Necesitamos desarrollar capacidades tecnológicas propias, fortalecer nuestro mercado interno y crear fondos soberanos que protejan sectores estratégicos. La combinación de una estrategia energética que garantice seguridad en el suministro mientras avanza hacia fuentes renovables será fundamental para esta autonomía económica.
Para los empresarios mexicanos, esta crisis debe convertirse en oportunidad. El nearshoring inverso —establecer operaciones en terceros países para triangular exportaciones— puede convertirse en una estrategia efectiva a corto plazo. La inversión en automatización y robotización ayudará a mantener la competitividad incluso con aranceles.
El desarrollo de mercados alternativos debe ser prioridad para todas las empresas mexicanas, no sólo las grandes. Las fusiones estratégicas con empresas de terceros países pueden abrir puertas. Y la inversión en investigación y desarrollo para migrar hacia productos de mayor valor agregado ya no es opcional.
Durante décadas, los analistas han advertido sobre los riesgos de la excesiva dependencia económica de México hacia EU. Hoy, esa advertencia se materializa en amenazas concretas. La ironía es que Trump, en su intento por “castigar” a México, podría terminar siendo el catalizador que finalmente impulse la transformación de nuestro modelo económico hacia uno más diversificado, resiliente y soberano.
No se trata de abandonar nuestra relación con EU, que seguirá siendo nuestro principal socio comercial, sino de construir un México menos vulnerable a los vaivenes políticos de nuestro vecino del norte. Los tiempos difíciles estarán a la vuelta de la esquina. La pregunta es: ¿tendremos la visión y determinación para convertir esta crisis en la oportunidad histórica que México lleva décadas esperando?
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