La startup que demuestra que la ciencia sin drama entra

Si montar en una montaña rusa puede ser el inicio de una clase de ingeniería, entonces no estamos ante unas vacaciones, sino ante una clase disfrazada de aventura. En el parque de atracciones de Zaragoza, un grupo de niños y niñas analiza el mecanismo piñón-cremallera que impulsa los vagones, diseña un modelo en laboratorio y lo reconstruye en 3D. No están de excursión: están en clase. Así arranca una semana en Inventaland, el campamento estrella de Academia de Inventores, una startup educativa nacida en Zaragoza que ha enseñado ciencia y tecnología a más de 10.000 niños desde 2019.
«Queríamos crear un espacio físico donde los niños pudieran venir a despertar su vocación científico-tecnológica», cuenta Luis Martín, CEO y cofundador de la academia. «Siempre pongo la referencia a un conservatorio musical. Aquí es lo mismo, pero para quien quiere aprender ciencia y tecnología», añade.
La analogía no es casual. Igual que un músico aprende solfeo, un joven inventor en esta academia se forma en cuatro asignaturas clave: mecánica, ciencia, robótica y programación. Desde los tres hasta los 18 años. La academia trabaja con un método propio, que crece con el alumno. Cuanto más pequeños son, más guiadas están las sesiones. A medida que avanzan, se enfrentan a retos reales y diseñan sus propios proyectos.
Más allá del curso regular, su verdadero escaparate es el verano. Con sedes en Zaragoza, Madrid y Valencia, y actividades puntuales en otras regiones, sus campamentos urbanos y de pernocta reúnen cada año a más de 2.500 participantes. «Lo que buscamos es que vivan en su propia piel lo que sería ser científico o bióloga en la universidad», afirma. «Que puedan decir con razón de peso: lo he probado, y me gusta. O no me gusta. Pero que lo sepan por experiencia».
En Inventaland, todo gira en torno a un storytelling temático: desde crear gadgets para piratas que sepan soldar hasta explorar la magia como forma de experimentar con la ciencia. «El objetivo es que en cinco días comprendan que han sido capaces de crear un dispositivo. Y que se lo lleven a casa».
El modelo de negocio se apoya en ese ecosistema STEAM, con clases presenciales durante el año, talleres, cumpleaños, y un programa online con kits físicos que llegará en septiembre. Actualmente cuentan con unos 500 alumnos activos al año entre todas las sedes.
El crecimiento ha sido sostenido. «Pasamos de tres socios a 30 personas, de una sede que facturaba 100.000 euros, ahora ya supera el millón en facturación», explica Martín. Y no se detienen ahí: «Queremos que en diez años haya una academia en cada ciudad de más de 200.000 habitantes. Ese es nuestro horizonte».
La escena más viral hasta ahora la protagonizó un equipo de seis años que participó en Got Talent. «Una alumna hizo un cañón de papel higiénico y se lo lanzó a Risto. Se hizo bastante viral. Para nosotros fue muy icónico: demostrar que niños tan pequeños pueden dar vida a las ideas locas que tienen en su cabeza», comparte el CEO.
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