La cultura sin educación y el fin de las élites

- Hace unas semanas, en CNN, el veterano Mário Crespo tuvo una actuación brillante. Genial porque hace tiempo que no se ve esta especie en televisión. Explicó con claridad e independencia los aranceles, a Trump, el conflicto económico con China. Mário Crespo continúa leyendo. Mencionó a García Márquez y a Hemingway, grandes autores que su interlocutor seguramente nunca había leído y probablemente nunca había oído hablar de ellos. Crespo trajo consigo el aroma y el recuerdo de la cultura culta, contrastando con la cultura que reina hoy. Una cultura inculta de banalidad y frivolidad, ésa es la de la mayoría de las nuevas generaciones de políticos, de las actuales y de las siguientes, una reproducción que la mayoría de padres e hijos prometen. Nuevas generaciones formadas por universidades que dejaron de exigir y valorar la cultura letrada. Una cultura sin educación que se apoderó de las escuelas y devastó la educación después del 25 de abril. Una escuela analfabeta, igualitaria, indulgente, permisiva e idiota, que alcanzó su apogeo con el último ministro de Educación, António Costa, un tipo extraño, aparentemente obsesionado con el sexo y las instalaciones sanitarias. Luché con algunos amigos contra esta devastación en la escuela, pero la indiferencia general y la irresponsabilidad de todas las partes significaron que ésta fue una batalla perdida. Las consecuencias eran previsibles y hoy son evidentes en el estado del país.
- Este fin de las élites no es sólo nuestra realidad. Es hora de que Europa y Occidente miren a la Comisión Europea y a la gente que la dirige. Pero nuestro atraso endémico hace que el efecto del fenómeno sea aún más dramático entre nosotros. Recuerdo que un gobierno y un pseudoministro de Cultura intentaron borrar el 500 aniversario del nacimiento de Camões.
- Como escribió hace unos años una figura política singular, Michel Roccard (en una última entrevista con Le Point), sin el hábito ni el tiempo para leer, sin leer y “sabiendo tan poco, ¿cómo se puede comprender el mundo, diseñar un proyecto de gobierno, implementar un programa transformador?”. ¿Tiene sentido de responsabilidad y elevación? Mire los 'debates' en la Asamblea de la República y en la televisión. Y atención a lo que pasa con la información, con el aluvión de comentarios sin ninguna referencia aclaratoria, educada e independiente. Con el parloteo incesante de las noticias, donde las noticias reinan supremas, sin dar material ni tiempo para entender. El sistema trabaja para distraer, embotar y confundir las mentes.
- Es apropiado citar a Vargas Llosa al aceptar el Premio Nobel de Literatura: "Aprender a leer a los cinco años fue 'lo más importante' que me sucedió en mi vida. (...) Al mismo tiempo que estimula la imaginación, la literatura nos hace ver el mundo en el que vivimos con ojos mucho más críticos, despierta en nosotros una insatisfacción con el mundo real, y para mí este es uno de los grandes motores del progreso humano, del cambio, de la transformación. Probablemente, sin ficción, sin fantasía, sin estos mecanismos para salir de nosotros mismos, que debemos a la ficción, aún estaríamos viviendo en cuevas. La literatura no es solo una fuente de placer, sino también de progreso para la humanidad. Pregúntenle a Montenegro y a Pedro Nuno Santos, por ejemplo, cuál fue el último libro que leyeron. O qué es 8 por siete o 9 por 8. Y cuántos políticos sabrán, por ejemplo, la fecha de la conquista de Ceuta, el episodio fundamental que marca el inicio de la epopeya de la expansión marítima de Portugal. ¿Qué futuro tendrá un país sin memoria?
Jornal Sol