Para las hormigas tejedoras, la unión es la gran fuerza
Max Ringelmann (1861-1931) nunca fue considerado un especialista en insectos. Ingeniero agrónomo, le apasionaba el trabajo agrícola humano. Y fue en el campo de la psicología social donde alcanzó la fama. En un experimento de tira y afloja realizado en 1913, demostró que la fuerza de un grupo de seis agricultores no era el doble que la de un grupo de tres. Ni mucho menos. En términos más generales, estableció que cuanto mayor era el grupo, menos fuerza tenía cada persona para tirar. Nació el «efecto Ringelmann».
El investigador francés ofreció varias explicaciones. Una, de carácter físico, se debía a dificultades de coordinación; las otras, psicológicas, se vinculaban a la falta de motivación, la falta de visibilidad de los objetivos a alcanzar o incluso al impacto del colectivo, pues cada persona adaptaba, de forma descendente, sus esfuerzos a los supuestos esfuerzos del vecino. Siguiendo los pasos de Henry Ford, toda una escuela de economía adaptó la organización del trabajo a este supuesto «descanso social» . Sus detractores, por el contrario, la acusaron de tratar a los humanos «como hormigas» .
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Le Monde